Comenzamos nueva serie en este número. Esta vez dedicada a los grandes personajes de la historia de la gastronomía. Aquellos que han hecho de la misma una acto cultural, de refl exión, pero también de disfrute. Personajes todos que han contribuido a su desarrollo. Nos hallamos en el momento histórico en el que la gastronomía ha explotado, omnipresente en los medios y las redes sociales, pero parece que cuanto más ocupa, menos profundiza. Desde aquí queremos honrar a quienes de verdad aportaron o aportan, voluntariamente o ignorándolo. La tarea es ambiciosa y seguramente nos dejaremos nombres en el tintero, pero los que aquí aparezcan, lo habrán merecido
La ausencia de información biográfi ca en algunos casos o la limitación que una publicación de este tipo supone en otros puede transmitir que la información es limitada, pero hemos buscado un compromiso. Cualquier presencia u omisión en los personajes que aquí aparecen no busca ninguna polémica. Si acaso, lo que nos mueve es a estimular la curiosidad de quienes nos lean para que profundicen por sí mismos.
Seguiremos un orden cronológico, para resistir la tentación de despistarnos en los distintos meandros que la historia nos ofrece. Y, por supuesto, habrá protagonismo de franceses; inevitablemente, la cocina clásica les pertenece y no podemos obviarlo. Comenzamos
Lucio Licinio Lúculo (ca. 116 a.C.- ca. 56 a.C.). Fue un destacado militar romano que labró su prestigio y fortuna en las guerras contra Mitrídates, en Asia Menor, hasta el punto de llegar a ser considerado el hombre más rico de Roma. En su retiro a orillas del Tiber, se entregó a la buena vida, organizando fastuosos banquetes. Parece ser que murió tras ingerir una pócima amorosa que más que estimular sus dotes amatorias se lo llevó por delante. Quizás se trate del primer gourmet de la historia. En su biografía a cargo de Plutarco, recogida en Vidas paralelas, se cuenta que un día, cenando sólo, fue servido una cena por debajo del nivel al que estaba habituado. Al parecer su mayordomo le espetó que se debía a que no había invitados, ante lo que Lúculo respondió, “¡Lúculo come en casa de Lúculo!”. Recordemos también aquí un clásico de la literatura gastronómica española publicado en 1929 por el periodista gallego Julio Camba, La casa de Lú- culo o el arte de comer
Marco Gavio Apicio (s. I a.C). Millonario de cuna, cuya fortuna fue haciendo crecer hasta el fi nal de su vida. Ciudadano de los años de gloria del Imperio fue coetáneo de Augusto y Tiberio. Su suerte fue pareja a su relación con este último al que llego a fi nanciar distintas empresas, pero con quien terminó cayendo en desgracia, por la traición de su yerno al emperador. Su fama fue inmensa, como debió ser su salud, personifi cando los excesos de una época de gran esplendor para Roma. Más allá de los portentosos banquetes y las asombrosas cantidades de comida a las que convidaba, fue un gourmet delicado que buscaba los mejores ingredientes y ofrecía las más refi nadas recetas. Su fi nal puede estar vinculado con la persecución de Tiberio a su familia, aunque su coetáneo, el cordobés Séneca, cuenta así su muerte. “Ya habías entregado, Apicio, sesenta millones de sestercios a tu estómago y te quedan tan solo diez millones más. Desesperado por no poder soportar esta amenaza de hambre y sed, te has bebido como último trago un vaso de veneno. Nunca Apicio, mostraste más glotonería”.
En cualquier caso, debemos su fama al recetario que ha llegado hasta nuestros días, De Re Coquinaria. Este compendio de elaboraciones nos llega a través de distintas copias históricas, no de su original, por lo que no es rigurosamente obra de un único autor (además existieron varios Apicios en épocas cercanas). Pero sus 499 recetas, en su versión más completa, ofrecen un compendio de la cocina imperial, de marcado carácter mediterráneo, con abundantes salsas como el garum. Se puede decir que nuestra gastronomía es descendiente directa del paladar e inquietudes de este patricio romano.
Guillaume Tirel (Taillevent) (circa 1310- 1395). Autor de uno de los libros de cocina más antiguos en lengua francesa, Le Viander, aparecido entre 1340 y 1390, del que se conservan cuatro manuscritos, y que posiblemente no todos sean de su autoría. Escrito por encargo del rey francés Carlos V, que buscaba divulgar ciertos ofi cios a través de escritos cultos. Lo que llega hasta nuestros días es un tratado de cocina medieval, por el que desfi lan los ingredientes habituales de la época, carnes y pescados, especias y productos lácteos y pocos vegetales. Principalmente presentados en potajes, asados, ragús y salsas especiadas. Esta obra supone un alejamiento de la obra de referencia hasta entonces para los cocineros, De Re Coquinaria de Apicio.
Otras obras medievales de referencia son Le Ménagier de Paris, 1393, que es sobre todo un tratado de vida doméstica, que en lo culinario referencia con frecuencia la obra de Taillevent
Y, sobre todo dos obras, recetarios, en catalán, el Llibre del Sent Soví, anónimo publicado en catalán en 1324, y el Llibre del Coch, de Robert de Nola, impreso en 1520, que demuestran la enorme infl uencia de la Corona de Aragón en la época.
Bartolomeo Sacchi, llamado Platina (1421- 1481). Personaje que viaja a Roma al servicio del Cardenal Gonzaga y después sirve a Pio II. Platina protagoniza una azarosa vida empleado por varios Papas, entre los que se granjea simpatías e inquinas. Autor de varias obras históricas y fi losófi cas, le debemos la publicación de De honesta voluptate et valetudine (algo así como Libro de la honesta voluptuosidad y del bienestar), el primer libro impreso dedicado a temas relacionados con la gastronomía. En él encontramos la primera defensa del placer de la buena mesa. En un contexto en el que la glotonería había sido uno de los pecados capitales, rompe con el pasado con un planteamiento osado y eminentemente renacentista. El libro fue muy popular en la época gozando de múltiples ediciones
El gran recetario del Renacimiento nos lo entrega Bartolomeo Scappi (ca 1500- 1577). Cocinero también al servicio de varios cardenales y fi nalmente del Papa Pio IV, en su Opera dell’arte del cucinare, publicada en 1570 se recogen más de mil recetas de cocina renacentista.
Y un último apunte relacionado con el Renacimiento. Como todavía no parece estar del todo claro para mucha gente, me gustaría aclarar que las Notas de Cocina de Leonardo da Vinci se trata realmente de una broma. Obra de dos historiadores británicos, Shelagh y Jonathan Routh, que fue concebida como un divertimento y fue publicado un 1 de abril, el equivalente a los Santos Inocentes, de 1987.

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