La especie tipo es la Cantharellus cibarius, aunque hay
otras variedades que se comentarán más adelante.
La cantarela o rebozuelo tiene el don de la ubicuidad,
es una seta de la que podríamos decir que es
“promiscua”. Normalmente las setas micorrícicas
tienen una relación simbiótica con una especie vegetal
o un género de árboles, pero la cantarela micorriza con
todos los del género quercus (diversas especies de
roble, alcornoque, encina, coscoja), con pinos, abetos,
castaños, hayas y abedules. También con diversos
arbustos y matorrales, con jaras, brezos, lentiscos,
retamas y aulaga.
Dependiendo de la región de España en la que nos
encontremos y de la altitud, podemos encontrar
cantarelas prácticamente todo el año.
En el norte, especialmente en el Pirineo, suele aparecer
con abundancia tras las tormentas veraniegas. En
zonas de media montaña sale entre los abedules y a
mayor altitud en los claros de los pinares.
En Galicia, en épocas de lluvias intensas, se puede
encontrar incluso entre eucaliptos.
En latitudes algo más cálidas y de clima continental
puede haber una floración otoñal, normalmente más
abundante y una floración primaveral, ya que le gusta
una temperatura templada.
En Extremadura y Levante puede prolongarse su
aparición hasta el comienzo del invierno.
Pero lo más atípico en el aspecto micológico se
produce en el sur, en Andalucía, especialmente en
Huelva, Málaga y sobre todo en Cádiz.
Por ahí es por donde más me muevo y lo relataré con
algo más de detalle.
Una jornada típica de búsqueda de cantarelas.
La cantarela es muy común y abundante en el Parque
Natural de los Alcornocales, que abarca comarcas en
Cádiz (casi media provincia) y en Málaga (toda la zona
occidental centrada en Cortes de la Frontera).
En las zonas más frías y dependiendo como vengan
las lluvias, puede aparecer discretamente a finales
de noviembre, tras los boletos aéreos y cesáreas. Su
primera floración intensa suele ocurrir en diciembre.
Después, en enero, muchos años se corta, cosas
de la “sucesión micológica”. Los árboles no pueden
“ocuparse” de muchas especies a la vez, y dejan
paso a trompetas de los muertos y angulas de tierra.
En febrero vuelven a aparecer más modestamente y
continúan, normalmente, hasta abril.
Yo vivo en El Puerto de Santa María, estoy a una hora u
hora y media de zonas buenas de setas. En diciembre
no me quedan más narices de darme el madrugón. A
partir de febrero puedo salir un pelín más tarde.
Conduzco por carreteras secundarias hacia el Puerto
de Galiz o hacia Ubrique. El paisaje a partir de diciembre
ya está verde, muy bonito, a veces los campos
tapizados de una florecilla violeta. En cuanto se entra
en Los Alcornocales, la vegetación torna en bosque, a
veces salpicado por pequeños pinares plantados por
el hombre o bosquetes de encinas en zonas calcáreas.
Casi todo el Parque
es silíceo, con suelos
ácidos.
Tengo dos sitios
emblemáticos para el
desayuno, la Venta del
Puerto de Galiz, donde
hacen sus propias
zurrapas o en la Venta del Mojón de la Víbora, en un
otero sobre Ubrique. En ambas hay grandes chimeneas
y más grandes tostadas, donde unto diversas zurrapas
y algo de tomate triturado con AOVE, para que no se
dispare el colesterol.
Ahora toca bajar las calorías extra. Normalmente a 10 o
15 minutos de la Venta, doy mis primeros paseos La cantarela es una
seta muy caprichosa,
pese a que micorriza
con múltiples especies.
Lo mismo puede
encontrarse en claros
o zonas abiertas y
soleadas, que en zonas
de bosque cerrado o escondida bajo los matorrales.
En Cádiz no suele aparecer en grandes setales, sino
que está desperdigada por todo el monte.
Sí es cierto que le gustan las zonas húmedas,
especialmente los canutos. Estos son microhábitats
típicos de la Macaronesia, que abarca desde Azores,
Madeira y Canarias, hasta en sudoeste de Andalucía. El
bosque típico se denomina “laurisilva” y en los canutos
gaditanos también podemos encontrar parientes
del laurel, acebos, rododendros y brezos de gran
porte. Recorriendo un canuto de abajo a arriba, duro
trabajo, podemos ir encontrando pequeños setales de
cantarelas de vez en cuando.
Los “sitios” se deben mantener en secreto (no tanto
como el perrechico en el norte), pero si vas “chivando”
tus sitios, al final suele haber problemas.
Hace 20 años era sencillo hacerte con cuatro o cinco
kilos en tres horas. Ahora, lo más normal es recolectar
un par de kilos tras 10/15 Km de caminata y ocho horas
de jornada.
En todo caso, siempre vuelvo relajado y feliz a casa,
y lo suficientemente agotado para dormir como un
bendito.
En verano también la suelo buscar en el Valle de
Benasque. Tras las tormentas veraniegas, hay que
esperar unos diez días y aparecen profusamente, sobre
todo en las zonas de media montaña donde predomina
el abedul. En los lugares algo soleados, donde hay
hierba entre los abedules, se desarrollan con mucha
altura, recolectando ejemplares muy limpios y de buen porte.
Algo más arriba, en claros húmedos de pino silvestre,
cerca de los arroyos, también se esconden entre
la hierba. La gente de la zona recolecta cinco o seis
kilos en un par de horas. A los “extranjeros” nos cuesta
bastante más…
Pero, ¿cómo es la cantarela?
Descripción
Cantharellus cibarius recibe ese
nombre de la raíz etimológica
cantharello, que en griego antiguo
significa “copa pequeña”, debido a
la forma de esta seta. Es un hongo
basidiomiceto del orden afilofloral
y familia cantharellaceae.
No tiene láminas en su himeneo,
sino unas pseudoláminas que son,
en realidad, pliegues. Su sombrero
en tiempo seco es carnoso, seco,
grueso y sólido. Los pliegues son
muy decurrentes, pasando sin
transición del sombrero al pie, lo que le aporta forma de embudo o copa. Hay subespecies que no pasan de 2 cm, mientras yo he recolectado algún ejemplar de 16 cm. Lo normal es que tengan entre 5 y 10 cm. El color varía entre
el amarillo pálido y el naranja. El
olor es afrutado, recordando al albaricoque.
Los taxónomos no se ponen muy
de acuerdo con las numerosas
variedades y subespecies de esta seta.
Existe una variedad (¿subespecie?)
muy común, especialmente entre
el centro y el sur de la península.
La Cantharellus pallens o subpruinosus. La pruína es una
especie de fino polvo blanco que
cubre el sombrero y le aporta un
color blanquecino. Cuando llueve
abundantemente, el sombrero
adquiere tonos más amarillos.
El resto de variedades y subespecies son raras y
escasas. Si se encuentran (más probable en el norte),
deben dejarse para favorecer su reproducción.
El resto de variedades y subespecies son raras y
escasas. Si se encuentran (más probable en el norte),
deben dejarse para favorecer su reproducción.
– Cantharellus ferruginascens. Tiene un porte más
ligero y delgado que la variedad típica. El extremo del pie es ocre y el resto de la seta se mancha de este
color al menor roce.
Cantharellus ianthinoxanthus. Color azafrán, a veces
con tintes lilas. Los pliegues son más cortos.
– Cantharellus melanoxeros. Himeneo y pie color
amarillo sucio. Sombrero pardo ocre.
– Cantharellus friesii. Mucho más pequeña que la
típica. Algo más anaranjada.
– Cantharellus pallidus. Casi blanca.
Algunas especies del género Cantharellus, han pasado
al género Craterellus, como las conocidas “angulas de
tierra” (dos especies).
Pese a que la cantarela tiene características
macroscópicas inconfundibles, ha habido algunas
confusiones con dos especies. La llamada falso
rebozuelo, Hygrophoropsis aurantiaca, comestible
mediocre y los Onphalotus, el olearius y el illudens,
que son tóxicos, por lo que debe extremarse el cuidado
con esta confusión.
Por su olor y sabor algo afrutado, es apropiada para
dulces, pudiéndose preparar mermeladas, confituras,
bombones, sales, licor y un delicioso paté.
Son muy apropiadas para guarnición, especialmente
de carnes y verduras.
Personalmente me encanta hacer unas patatas a lo
pobre, mezclarlas con rebozuelos salteados con bacon
ahumado y cubrir todo con unos huevos rotos.
La cantarela española se exporta mucho al norte
de Europa en invierno. Es uno de los productos
emblemáticos de la gastronomía sueca y nuestro buen
clima, les permite degustarla en Navidad.
Uno de sus platos típicos es la cantarela salteada con
cebolla y bacon y terminada en el horno con una costra
de pan rallado.
En un número antiguo de la extinta revista “Setas
y Plantas” he encontrado la receta del licor, de los
rebozuelos en salsa y una de medallones elaborados
con la seta.
En mis libros de recetas figuran las siguientes:
En “Cocinar con setas”; brandada al aroma de
rebozuelos, maíz en grano con rebozuelos, ternera
asada con rebozuelos, quijada de cerdo con frutos
secos y rebozuelos, rollitos de cordero con salsa
de rebozuelos, rebeco con rebozuelos, tripas con
guisantes y rebozuelos, truchas con rebozuelos, cazuela
de almejas con rebozuelos y tarta de rebozuelos.
En “Las setas en mi cocina”; Tosta de chantarela y
queso, rollitos de chantarela, postre de chantarela y
batata, fritos de manzana con chantarela y magdalenas,
galletas, pastel y flan de chantarelas.
En “Las setas del bosque a la mesa”; rollitos de salmón
zizahori, delicias de cabracho y zizahori, cocido de
zizahori y bonito, estofado de carne con zizahori a la
barakaldesa y varios postres; crema de arroz con leche
y zizahori, crema de limón y confitados de zizahori,
crema fría de zizahori, helados de almendra tostada
con zizahori, mermelada y pastel con sabor a bosque.
Vemos pues que es una seta que da mucho juego en
cocina, tanto en salados como en dulces.
Y sin más que contar, seguiremos buscando esta
belleza del bosque mientras la naturaleza sea propicia.